vemos el tema del juicio final tal como se estableció en el Nuevo Testamento, específicamente de los labios del propio Jesús, y nos damos cuenta de que en ese juicio final no se trataría simplemente de una evaluación casual de las personas, para obtener sus calificaciones al final del semestre,
sino que ese juicio final se realizará en el contexto de un tribunal celestial, donde el Juez de toda la tierra tomará en cuenta todo lo que una persona ha hecho, y al final de ese juicio habrá un veredicto. Y el veredicto será el de culpable o inocente en virtud de estar cubierto por la justicia de Cristo,
1 Corintios 5:9 Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. 10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
y para aquellos que pertenecen a Cristo habrá recompensa, pero para los que no, el veredicto será un veredicto de castigo. Ahora,
Apocalipsis 12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
por supuesto, este juicio final será administrado por un juez que es perfectamente justo y perfectamente recto, y se nos dice que ese juicio será en conformidad con la justicia – que no habrá nada arbitrario, nada injusto, nada indebido al respecto. De hecho, eso es lo que más me asusta, es que si nos enfrentamos a un juicio según la justicia, y si tenemos que presentarnos ante Dios de acuerdo a su nivel de justicia, estamos en serios problemas.
Es por eso que digo que cada persona enfrentará el juicio de Dios. Bien lo afrontas sobre la base de tus obras, o de lo contrario lo afrontas sobre la base de la obra de Cristo. Y
escucho a la gente decir con frecuencia: «Si Jesús es importante para ti, excelente, pero yo no necesito a Jesús». Bueno yo quiero decirle a esa persona: «Si has cometido un pecado en toda tu vida, una ofensa contra la santidad de Dios,
entonces no hay un cosa que necesites más desesperadamente que Cristo, porque si no tienes a Cristo no tienes esperanza, porque sin Cristo tendrás que estar delante de un Dios santo por ti mismo, por tu cuenta».
Y tal como David preguntó hace siglos: Salmos 130:3«SEÑOR, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién… podría permanecer?». Es una pregunta retórica, cuya respuesta es obviamente negativa. ¿Quién permanecería? Nadie podría.
Pero la mala noticia es que el Señor sí toma en cuenta las iniquidades, y la persona bendecida es aquella a la que el Señor no imputa la culpa que realmente tiene. De eso se trata el Evangelio.
Salmos 32:1Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
2 Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño.
Ahora, dado que el juicio será perfectamente justo, una de las cosas que las Escrituras dejan claro es que este juicio se llevará a cabo de acuerdo con la revelación que tengamos.
Ahora, algunas personas dan un suspiro profundo de alivio cuando escuchan eso porque dicen«Bueno,
¿y qué pasa con la persona que nunca ha oído el Evangelio, la persona que vive en África y que nunca ha oído hablar de Cristo? ¿Qué pasa con esa persona?»
Y siempre respondo a esa pregunta diciendo: «Oye, la persona que es inocente en África no necesita oír de Cristo, no necesita un misionero. La persona inocente en África va directamente al cielo cuando muere.
No hay necesidad de salvoconductos o pases especiales». Y la gente se asombra y dice: «¿Qué quieres decir?» Yo contesto: «Dios nunca castiga a gente inocente. La persona inocente en África o la persona inocente en América del Sur, la persona inocente en Asia, la persona inocente en América no tiene nada de qué preocuparse por el juicio de Dios.
Es la persona culpable en África, la persona culpable en América del Sur y en Asia la que tiene algo de qué preocuparse».
Ahora, la siguiente pregunta, obviamente, es ¿hay gente inocente en África o en cualquier otro lugar? No según el Nuevo Testamento, y el Nuevo Testamento dice que nadie podrá llegar ante el tribunal de Dios y decir: «No recibí la luz de la revelación». Ese es el significado del primer capítulo de la carta de Pablo a los Romanos, donde Pablo dice que la ira de Dios se revela contra toda impiedad de los hombres porque han tomado el conocimiento que Dios ha hecho evidente de sí mismo a través de la naturaleza y han reprimido o restringido ese conocimiento y se han alejado de esa evidencia clara de la existencia de Dios y se han negado a honrar a Dios como Dios. Por lo tanto, nadie puede pararse ante el tribunal de Dios y decir: «No tenía ni idea de eso. Ni siquiera sabía que tú existías». Ahora, la gente no va a ser castigada en el juicio final por rechazar a Jesús si nunca han oído hablar de Jesús. Dios es un Dios justo. Juzga de acuerdo con la revelación que tenías.
Si nunca has estado expuesto al Evangelio, si nunca has oído hablar de Jesús, ¿cómo puede Dios responsabilizarte de rechazar a alguien que nunca has oído? No lo haría, pero no cantes victoria tan rápido, porque recuerda que Jesús vino a un mundo que ya estaba bajo la condena universal de Dios, no por rechazarlo, a quien no conocían, sino por rechazar al Padre, a quien sí conocemos por la revelación que Él ha dado a través de la naturaleza.
Incluso si nunca hemos abierto la Biblia ni hemos oído una palabra de la Biblia, «Salmos 19:1 los cielos proclaman la gloria de Dios» y un día a otro día nos transmite el mensaje y sabiduría.
De hecho, nuestras conciencias nos dan testimonio de que sabemos quién es Dios y que hemos violado su ley. Según Romanos 1:19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
Lo siguiente que quiero decir es que el destino al que estamos sometidos en el juicio final es inalterable.
Muchas personas esperan una segunda oportunidad después de la muerte o esperan el legendario purgatorio donde pueden ir y pasar algún tiempo pagando sus deudas hasta que finalmente saldan sus deudas y luego pueden entrar al cielo. No veo nada en las Escrituras que dé la más mínima esperanza para ese concepto.
Ahora, creo que el infierno es muy terrible de contemplar, incluso para la persona más consagrada de este mundo, que no lo creeríamos en absoluto excepto que casi todo lo que sabemos sobre el infierno en el Nuevo Testamento proviene directamente de los labios de Jesús–
este Jesús, que es visto como el Príncipe de paz, bendito Jesús, manso y humilde – este es el que habló con tanta frecuencia, tan ferviente y tan apasionadamente sobre la realidad del infierno, y si no es porque viene del Señor mismo, no creo que seríamos capaces de aceptarlo.
E incluso aun viniendo de sus labios nos cuesta aceptarlo. No se me ocurre un pensamiento más espantoso que el pensar en alguien siendo arrojado, al final de su vida, a las tinieblas de afuera. Ahora, cuando el Nuevo Testamento habla del infierno, habla del infierno en términos de tinieblas, en términos de un lago de fuego, en términos de una prisión. Permítanme leer un pasaje del libro del Apocalipsis.
El capítulo 20, versículo nueve: «Y subieron sobre la anchura de la tierra, rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descendió fuego del cielo y los devoró. Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto, que es el libro de la vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron a los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras. Y la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. . . Y el que no se encontraba inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego».
Bueno, lo que la ley está tratando de hacer ahí es decir que cada cargo es una ofensa separada, culpable de un castigo separado, y ese principio se aplica eternamente. Puede que no seamos capaces de castigar a los criminales siete veces por siete asesinatos, pero Dios puede, y la persona que asesina a una persona recibirá un castigo siete veces menor que la persona que asesina a siete porque la justicia punitiva y retributiva de Dios será perfecta, de tal modo que el castigo siempre se ajusta al crimen, y es por eso que el Apóstol– nos advierte de no amontonar o acumular o atesorar ira para el día de la ira. Interesante metáfora, ¿cierto? porque Jesús nos llama a acumular tesoros en el cielo, y Pablo dice, por el contrario, la gente, si no están acumulando tesoros en el cielo, están acumulando algo más en el infierno. Están acumulando, están aumentando el grado de juicio que recibirán. Esta es la trágica realidad que le espera a todo aquel que rehusa recibir y aceptar la oferta de salvación que Dios en su Gracia y misericordia ofrece a todo ser humano
La buena noticia es que si el hombre responde afirmativamente a esa oferta Dios es fiel para darle lo que le prometió y para librarlo de la condenación que recaía Juan 6:37sobre el/ella, Juan 6:37Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera
Romanos 10:8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. 11 Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.
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