PECADO ORIGINAL
Transcripción
Cada vez que hablamos de la caída de la raza humana y de la naturaleza y el origen del pecado, inmediatamente se nos empuja a contemplar el alcance y la magnitud de ese pecado y su impacto sobre nosotros como seres humanos, y eso nos lleva inmediatamente a todo el asunto de la doctrina del pecado original.
Ahora, la doctrina del pecado original tiene muchos malentendidos que van con ella y también un poco de controversia que la rodea con respecto a las personas que sí entienden a lo que se refiere. Pero muy a menudo un malentendido popular del concepto de pecado original es que el pecado original se refiere al primer pecado que Adán y Eva cometieron. Pero ese no es el significado del pecado original. El pecado original no se refiere realmente al primer pecado, sino que se refiere a las consecuencias o a los resultados de ese primer pecado. El pecado original, de hecho, en sí mismo, no es un pecado real. De hecho, hacemos una distinción entre el pecado original y el pecado en sí.
El pecado original describe nuestra condición caída y pecaminosa de la cual los pecados en sí progresan. Y como he dicho muchas veces, las Escrituras nos dicen que no somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores. Es decir, tenemos una naturaleza caída y corrupta de la cual fluyen los pecados que en sí cometemos.
Y así el pecado original describe entonces la condición caída de la raza humana actual y prácticamente todas las iglesias en la historia de la Iglesia han desarrollado alguna doctrina del pecado original porque las Escrituras son tan claras que ciertamente hay algo inherentemente… ahora innatamente erróneo con nuestro carácter.
#2
Y como Jonathan Edwards resaltó en su tratado sobre el pecado original, si la Biblia no nos dijera que hay un problema con nuestra disposición moral por naturaleza (lo que la Biblia claramente hace) tendríamos que afirmarlo solo sobre la base de la observación racional debido a la presencia imperante del mal en el mundo de los seres humanos. La universalidad del pecado clama por una explicación. Es decir, incluso en el mundo pagano hay un reconocimiento tácito de que nadie es perfecto. Pero la pregunta inmediata que eso plantea es la pregunta, «¿Por qué no?» Si somos por naturaleza buenos o si somos por naturaleza incluso neutrales, esperaríamos que un cierto porcentaje de personas mantengan su bondad natural o incluso su neutralidad y puedan vivir sus vidas sin sucumbir a este problema que llamamos pecado.
Algunos responden a eso y dicen: «Bueno, eso es bastante difícil de hacer dado que vivimos en un entorno pecaminoso y que tenemos un clima pecaminoso en el que vivimos porque la cultura ha caído y la civilización ha caído y la sociedad es corrupta. Y, por supuesto, eso plantea la pregunta: «¿Por qué es corrupta la sociedad y por qué la cultura y la civilización son pecaminosas ya que esas son cosas que están compuestas por seres humanos?» Y de nuevo, si fuéramos naturalmente buenos e intachables, si llegamos a este mundo incluso moralmente neutrales sin ninguna disposición previa al pecado en absoluto, se esperaría que al menos el 50% de las civilizaciones estén fuera de la corrupción.
Y así tenemos este problema que es manifiesto. Estamos caídos. Y la sociedad ha caído. Y hemos conocido al enemigo y ellos somos nosotros. Somos la sociedad. Y así, de nuevo, planteamos la pregunta: «¿Cómo es que los seres humanos nacen en un estado de deserción moral?» Y de nuevo, las Escrituras nos enseñan que este pecado original es en sí mismo un juicio de un Dios justo sobre una buena criatura que hizo, y cuya criatura cayó en desobediencia a Él. Y como castigo a Adán y Eva por su pecado, Dios los entregó a esas inclinaciones inicuas y no solo, no solo es que Dios entregó a Adán y Eva a sus impulsos pecaminosos, sino que a toda su progenie también.
Ahora, el cómo estamos relacionados con el pecado de Adán y Eva y cómo esa culpa e iniquidad se transfiere a nosotros y las generaciones futuras, es el tema de nuestra próxima conferencia, y no pasaremos más tiempo en ello ahora mismo. Pero más bien, quiero ver el estudio clásico de este tema del pecado original que fue emprendido por San Agustín y que estaba en el centro de la llamada controversia pelagiana en la iglesia primitiva. Vemos que – vemos que Agustín al analizar la situación humana de la pecaminosidad dijo que cuando Adán y Eva fueron creados al principio, que Dios los hizo con lo que Agustín llamó el ‘posse peccare’, que simplemente es el latín para ‘la posibilidad o la capacidad de pecar’. La palabra ‘peccare’ significa ‘pecar’. Si decimos que algo es puro, decimos que es impecable. O si queremos describir un pequeño pecado insignificante, lo llamamos pecadillo, ambas palabras provenientes del latín ‘peccare’ que significa pecar.
Ahora, Agustín dijo que Adán y Eva en la creación fueron hechos con la capacidad de pecar. No fueron hechos como pecadores, pero tenían el poder o la posibilidad de pecar. Sabemos esto debido al hecho de que pecaron y al pecar no hicieron lo imposible, hicieron lo que obviamente tenían el poder de hacer. Pero, dijo Agustín, que Adán y Eva fueron creados también con el posse non peccare, que era la capacidad de no pecar. Dios les dio el mandamiento de no tocar o comer del fruto prohibido del árbol y tenían la habilidad moral de obedecer a Dios. Así que tenían tanto la capacidad de pecar como la capacidad de no pecar. Ahora, lo que sucedió en la caída, según Agustín, es que la raza humana perdió el posse non peccare y en su lugar obtuvo lo que se expresó con un doble negativo el non posse non peccare, que al traducir significa ‘la incapacidad para no pecar’.
#3
Lo que Agustín está diciendo aquí es que el poder del pecado está tan profundamente arraigado en los corazones y almas de las personas mortales que es imposible que no pequemos. Somos tan pecaminosos por naturaleza que no podemos esperar encontrar nunca a una persona que viva toda su vida sin pecar. La única persona que ha logrado una vida sin pecado fue Cristo. Y esta incapacidad para no pecar en la teología llamamos la incapacidad moral de los seres humanos. Eso no significa que no podamos hacer nada que se conforme externamente a la ley de Dios. Podemos, por ejemplo, por motivos mixtos o por un afortunado accidente, podemos, sin querer, mantener la ley externamente.
Por ejemplo, mi analogía favorita de esto es la persona que disfruta conduciendo un automóvil a 90 kms por hora. Eso es lo que prefiere hacer, le gusta esa velocidad, su auto funciona bien y se siente seguro y cómodo. Así que está conduciendo por la carretera a 90 kms por hora y el límite de velocidad dice «90 kms por hora». Todos los demás van a 100 o 120 y el policía ve a este hombre conduciendo contento por la carretera a 90 kms por hora, y el policía lo detiene y no le da una papeleta, pero le da una citación por ser un conductor bueno y seguro. Le da un premio por su obediencia porque está obedeciendo la ley. Y luego el policía sigue su camino y el conductor vuelve a la carretera y muy pronto entra en una zona escolar que dice «20 kms por hora» y sigue conduciendo a 90 kms por hora a través de la zona escolar porque la razón, el motivo de conducir a 90 es porque eso es lo que le gusta hacer.
No tiene ningún deseo de obedecer la ley o la autoridad civil; fue sólo una circunstancia fortuita que le hizo obedecerla en un momento dado. Y eso es lo que los teólogos llaman «virtud cívica». A veces, para nuestro propio interés, nos encontramos realmente obedeciendo la ley de Dios.
Puede que no robemos porque tal vez en nuestro entorno hemos descubierto que el crimen no es beneficioso. O podemos hacer gestos nobles por el aplauso de los hombres o porque nos postulamos para un cargo o tenemos alguna otra motivación. Pero la única motivación que particularmente falta en una persona caída es la motivación para obedecer la ley por un amor prístino al Dios de la ley.
Recordamos que el gran mandamiento es el mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…, y con toda tu fuerza” y “amarás a tu prójimo como a ti mismo.» La manera en que Lutero vería algo así, lo que diría es que la gran transgresión sería una violación del gran mandamiento. Pero no pensamos en esos términos. Nos damos cuenta de que nadie que conozcamos ama a Dios perfectamente, con todo su corazón. Sabemos que nadie ama a Dios con la totalidad de su mente. Es decir, ¿por qué cometemos errores de entendimiento de la Biblia? ¿Por qué cometemos errores en la teología? Les digo a mis alumnos en el seminario: «Saben que, cuando cometemos un error en la teología, es básicamente debido al pecado».
Ahora, queremos decir, ‘Bueno, es porque la Biblia es demasiado difícil de interpretar’ o ‘La Biblia es confusa’ o ‘La Biblia es ambigua y simplemente no podemos encontrar la interpretación correcta’. Digo, esperen un minuto. Esta es la Palabra de Dios y Dios no es el autor de la confusión y Dios se ha revelado a sí mismo para nuestra edificación claramente. Pero cuando llegamos al texto venimos con nuestros prejuicios distorsionados que interfieren con la luz de la Palabra de Dios. Hay muchas cosas que este libro enseña que simplemente no queremos escuchar, por lo que encontraremos maneras de torcerlo y distorsionarlo para que podamos escapar del juicio y la crítica que nos trae.
No sólo eso, a veces cometemos el llamado «error inocente» donde no nos dimos cuenta de que la traducción que estábamos leyendo era defectuosa en un momento dado o que no dominamos la estructura de la gramática griega o la gramática hebrea o el idioma griego o el idioma y el vocabulario hebreo y cómo podíamos ayudar pero que no sabíamos bien esas cosas. Si amáramos a Dios con toda nuestra mente, ¿qué clase de dominio de su Palabra tendríamos?
Pero pasamos mucho tiempo llenando nuestra mente con otras cosas que no sean el conocimiento de su Palabra. Así que, somos perezosos, no somos diligentes en nuestra búsqueda de su verdad y todas estas cosas entran en las distorsiones que tenemos.
Ahora, para la Biblia cuando la Biblia habla de ser bueno y hacer lo correcto, Jesús dice que nadie hace el bien excepto Dios. Pablo dice que no hay ningún justo, ni siquiera uno. No hay nadie que haga el bien. Eso parece extremo porque vemos gente a nuestro alrededor todo el tiempo, relativamente hablando, haciendo cosas buenas. Y eso es lo que quieren decir los teólogos cuando hablan de virtud cívica o civil. Madres sacrificándose por sus hijos y vemos a personas devolviendo carteras que encontraron sin tomar el dinero. Vemos todo tipo de buenas acciones que la gente hace. Pero para que un acto sea verdaderamente bueno, para alcanzar realmente la marca – ese estándar o la norma de la ley de Dios – no sólo la acción debe corresponder afuera o externamente a lo que la ley requiere, sino que también debe estar motivada por un corazón que ama plenamente a Dios.
#4
Y, sin embargo, incluso en nuestros momentos más devotos hay una onza de carne mezclada allí, ¿no? Incluso en la humanidad que ha cido redimida todavía no contamos con obediencia perfecta a Dios.
Y mientras vivimos en un estado de distanciamiento o alienación de él, eso se agrava aún más.
Así que lo que los teólogos quieren decir cuando hablan de incapacidad moral es de ese pecado original, mientras estamos en esta condición caída, mientras estamos en este estado de non posse, non peccare, no somos moralmente capaces de hacer las cosas de Dios. Para hacer el bien que Dios requiere.
Ahora, Jesús lo dijo de esta manera cuando describió la condición del hombre. Dijo: «Nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre». Ahora ese ‘si no’ apunta a una excepción, y Jesús comienza con un negativo universal que describe la capacidad humana.
No está diciendo que a ningún hombre le es permitido venir a mí a menos que sea concedido por el Padre, dice que ningún hombre puede.
Nadie puede venir a mí a menos que Dios haga algo. Es por eso que continúa diciendo que nacemos en la carne, y esa palabra ‘carne’ está generalmente en el Nuevo Testamento – no siempre – pero generalmente se refiere a esta condición caída por la cual estamos en cautiverio al pecado,
muertos en el pecado, y otra frase que la Biblia utiliza está bajo pecado. No estamos encima del pecado, pero el pecado está encima de nosotros.
Y así la Biblia nos dice que los deseos de nuestro corazón y nuestro estado natural sólo son inicuos de continuo.
Y para nosotros abrazar a Cristo, venir a Dios y hacer las cosas de Dios, las cosas santas de Dios, requiere que de alguna manera seamos liberados de esta prisión del pecado original lo cual se logra, para nosotros (como veremos más adelante), por la obra soberana y sobrenatural de Dios el Espíritu Santo.
Es por eso que Jesús dijo que para que una persona si quiera vea el reino de Dios y mucho menos entre en el reino de Dios, tiene que nacer de nuevo. Porque lo que nace de la carne es ¿qué? Carne. Y en nuestra carne, dice Jesús, no podemos hacer nada.
Y eso no es algo insignificante. Entonces, debido a nuestra caída, estamos en una posición tan moralmente impotente, que se necesita nada menos que una obra sobrenatural de Dios que Pablo llama: vivificación del Espíritu Santo para llevarnos a la vida espiritual, sacándonos de un estado de muerte espiritual.
Ahora bien, no todos en la historia cristiana están de acuerdo con este concepto biblico ,pero que fué introducido en la teologia por Agustin DE Hipona ,
Pero muchas teorías abundan hoy en la iglesia que dicen que sí, hay algo malo, no somos perfectos, estamos caídos y la caída es incluso seria, pero todavía nos queda algo rectitud en nuestras almas por la que podemos dar el primer paso hacia nuestra reparación, y podemos comenzar con una inclinación justa a reponder afirmativamente al llamado de Dios ,
mientras la misma biblia (la palabra de Dios nos dice que somos tan corruptos, y estamos tan muertos – no sólo enfermos, estamos muertos – no sólo temporalmente detenidos, sino que estamos en cautiverio, en prisión al pecado, que no podemos hacer nada fuera de la gracia abundante de Dios que inicia el proceso de nuestra redención.
Muy bien, así que tienes ese debate que se lleva a cabo en la comunidad cristiana entre el alcance o la magnitud de la caída. Y la tradición agustiniana, que yo represento, dice que la caída se extiende a toda la persona en todos los grados y a cada parte de nosotros, a nuestras mentes, nuestros corazones, nuestros cuerpos. Nuestros cuerpos nos fallan, nuestra vista se vuelve tenue, nuestro cabello se vuelve gris, nuestra fuerza se disipa, nos enfermamos, morimos. Y la Biblia dice que todo eso es el resultado de la influencia del pecado sobre nuestros cuerpos. Pero el poder del pecado afecta nuestro cuerpo, afecta nuestros corazones, afecta nuestras voluntades, afecta nuestra mente.
Todavía podemos pensar, todavía tenemos cerebros, todavía tenemos mentes, pero nuestro pensamiento se distorsiona, cometemos errores lógicos, permitimos que la parcialidad nuble nuestro juicio. Todavía tenemos una voluntad. No hemos perdido la facultad ni la capacidad de tomar decisiones. Todavía somos criaturas hechas a imagen de Dios. Cuando hablé del imago, dije que tenemos que distinguir entre la imagen, en sentido estrecho, y la imagen en el sentido más amplio. Y con la caída, perdimos la imagen de Dios en el sentido estrecho. Perdimos la capacidad de ser perfectamente justos.
Pero en esa pérdida de la imagen estrecha, todavía estamos a la imagen de Dios en el sentido más amplio, en el sentido de que todavía somos humanos. Todavía tenemos voluntades. Todavía tenemos mentes. Todavía tenemos corazones. Todavía tenemos cuerpos. Tan corruptos como puedan ser, nuestra humanidad no ha sido borrada por la caída. Es el poder de nuestra humanidad el que ha sido tan radicalmente afectado por la caída y a través de ella, lo que nos deja en este estado que Pablo nos resume en el tercer capítulo donde dice esto: “No hay justo, ni aún uno. No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; Todos se han desviado, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”.
Si yo saliera hoy en la televisión nacional y dijera: ‘Permítanme darles mi evaluación personal de la condición moral de las personas en Estados Unidos’, y dijera: ‘Déjenme decirles lo que pienso. No creo que haya nadie en este país que sea justo. Ni uno solo. No hay nadie aquí que entienda y no hay nadie que por naturaleza busque a Dios. Todo este asunto de los buscadores que oímos hablar, ¿quién es ese describiendo? Porque la Biblia dice que no hay nadie en su estado natural que busque a Dios. Todos son inútiles. Todos se han desviado, y no hay nadie ni siquiera uno que haga el bien, nadie’. Si dijera eso en la televisión estadounidense hoy, sería el hazmerreír de todos por dar una evaluación lunática del carácter moral de la raza humana.
Pero esa es la evaluación de Dios, al juzgarnos según su norma y según su estándar y según lo que Él quiere decir por bondad y según lo que Él quiere decir por rectitud y según lo que Él quiere decir por entendimiento. Nos mira y ve que en nuestro estado natural no tenemos ninguna de estas cosas
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