Saturday, December 31, 2022

 

 lo que entendemos al decir las palabras ‘libre albedrío’. ¿Qué significa tener libre albedrío? ¿Qué significa ser un agente moral libre, una criatura volitiva bajo la soberanía de Dios?

En primer lugar, déjenme decir que hay distintos puntos de vista en cuanto a lo que incluye el libre albedrío que se usan en nuestra cultura, y creo que es importante que reconozcamos estos puntos de vista.

Al primero lo voy a llamar el punto de vista ‘humanista’, el cual diría que es la posición más ampliamente aceptada de la libertad humana que encontramos en nuestra cultura. Y me entristece decir, en mi opinión, que es la postura más difundida dentro de la iglesia, así como fuera de ella.

En este esquema, el libre albedrío es definido como nuestra capacidad para elegir de forma espontánea; las elecciones que hacemos no están de ninguna modo condicionadas o determinadas por prejuicios, inclinaciones o disposiciones previas.

Permítanme repetirlo: tomamos decisiones de forma espontánea, sin antecedentes previos a la decisión que determinen nuestra elección, sin prejuicio, sin preferencias o inclinaciones previas; viene literalmente por sí misma como una acción espontánea de la persona

Ahora, desde el principio puedo ver dos problemas serios que enfrentamos como cristianos con esta definición de libre albedrío. El primero es un problema teológico o moral, el segundo es un problema racional

El primero es, como dije, un problema teológico, moral. Si nuestras elecciones son hechas meramente de forma espontánea, sin inclinación previa, sin preferencias, en cierto sentido lo que estamos diciendo es que no hay razón alguna para tal elección.

No hay motivación o motivo para la elección. Solo sucede de forma espontánea. Y si así operan nuestras elecciones entonces enfrentamos inmediatamente este problema: ¿cómo podría tal acción tener algún significado moral?

Porque, una de las cosas, por ejemplo, que la Biblia se preocupa en cuanto a las elecciones que hacemos, no es solo lo que elegimos, sino cuál fue nuestra intención al hacer esa elección. Recordamos, por ejemplo, la historia de José cuando fue vendido como esclavo por sus hermanos. Cuando él se reúne con ellos años más tarde, y ellos se arrepienten de ese pecado, ¿qué le dice José a sus hermanos? Cuando los acepta y los perdona, él dice: “Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien.”

Así que Dios hizo una elección al respecto. Dios había elegido, al menos al permitir que esto pasara y que le sucediera a José. Sus hermanos tomaron una decisión en cuanto a qué hacer con José. Su inclinación al hacerla fue perversa.

Dios también hizo una elección al permitir que esto suceda, pero la razón de Dios, la intención de Dios en este acto, era completamente justa y santa. Entonces, Dios, al considerar una buena obra, por ejemplo, no solo examina la acción externa en sí (el hecho), sino que también considera ¿el qué? las motivaciones internas, la intención detrás del hecho

Pero si no hay motivaciones internas, si no hay intenciones, no hay intencionalidad real,  entonces ¿cómo podría la acción tener algún significado moral? Solo sucede. Pero incluso más profundo que este problema, nos enfrentamos de inmediato a la pregunta de si en realidad se podría o no hacer tal elección, no simplemente si sería moral si se hiciera, sino que, ¿podría incluso una criatura sin ninguna disposición previa, inclinación, preferencia o razón hacer una elección?

Entonces el problema que tenemos con la noción humanista de libertad es que se trata del mismo problema del conejo fuera del sombrero que se queda sin sombrero y sin mago.

Es algo que sale de la nada, un efecto sin una causa. Una elección espontánea, en otras palabras, es una imposibilidad racional. Tendría que ser un efecto sin una causa.

Ahora, solo de paso, añadiría que, desde una perspectiva bíblica, desde una perspectiva cristiana, el ser humano en su caída, no se ve como estando en un estado de neutralidad con respecto a las cosas de Dios.

Él tiene un prejuicio, él tiene un sesgo. Él tiene una inclinación y su inclinación es hacia la maldad y lejos de las cosas de Dios. Pero permítanme decirlo, de paso, al observar varios puntos de vista cristianos sobre la libertad de la voluntad.

Personalmente pienso que el mejor libro que se haya escrito en este tema, se titula simplemente: “La libertad de la voluntad” escrito por el más grande erudito de Estados Unidos, Jonathan Edwards.

Edwards dice que: “La libertad o libre albedrío es la elección de la mente”. Ahora, lo que dice es que, aunque él distingue entre la mente y la voluntad, está diciendo que los dos están relacionados de forma inseparable.

No hacemos elecciones morales sin que la mente apruebe la dirección de nuestra elección. Esa es una de las dimensiones que está muy relacionada con el concepto bíblico de conciencia: que en las elecciones morales está– la mente está involucrada en esas elecciones.

Me doy cuenta de ciertas opciones y si prefiero una sobre la otra, para hacerlo tengo una preferencia, antes de poder hacer la elección, tengo que tener una idea de cuáles son esas opciones para que sea una decisión moral. De modo que la voluntad no es algo que actúa de forma independiente de la mente, sino que actúa en conjunción con la mente.

Cualquier cosa que la mente considere como deseable, es lo que la voluntad está inclinada a elegir. Ahora, además de las definiciones, Edwards nos da una especie de regla de oro a la que llamaria: “Ley de libre albedrío de Edwards” 

Edwards declara esto: que “los agentes morales libres siempre actúan de acuerdo con la inclinación más fuerte que tienen en el momento de la elección”.Para decirlo de otra manera, siempre elegimos según nuestras inclinaciones y siempre elegimos según nuestra inclinación más fuerte en un momento dado.

Déjenme decirlo de forma simple. Cada vez que pecas, lo que esa acción indica es que al momento de pecar, tu deseo de cometer el pecado es mayor en ese momento que tu deseo de obedecer a Cristo.

Si tu deseo de obedecer a Cristo fuera mayor que tu deseo de cometer el pecado, ¿qué harías?
¡No pecarías! Pero al momento de la elección, siempre seguimos nuestra inclinación más fuerte, nuestra disposición más fuerte o nuestros deseos más fuertes.

Sabemos que nuestros niveles de deseo cambian y fluctúan. Pero la segunda objeción es la declaración del apóstol pablo cuando dice: “lo bueno que quiero no lo hago, y lo que no quiero es lo que hago.” Y pareciera sugerir allí mismo que el apóstol Pablo, mediante autoridad apostólica, nos está diciendo que, de hecho, es posible que una persona elija en contra de sus deseos, elegir en contra de sus anhelos.

 no creo que haya sido la intención del apóstol el darnos un tratamiento técnico de las complejidades del funcionamiento de la facultad de elegir; pero lo que él está expresando es algo que todos experimentamos, que tengo dentro de mí un deseo de agradar a Cristo, pero ese deseo presente no siempre triunfa cuando llega el momento de la verdad.

Porque cuando obro y actúo según mis deseos, estoy obrando y actuando libremente

 Calvino, al examinar el asunto del libre albedrío, dijo: “si queremos decir por libe albedrío que el hombre caído tiene la capacidad de elegir lo que quiere, entonces por supuesto, el hombre caído tiene libre albedrío.

pero si entendemos el libre albedrio como la libertad de elegir hacer la voluntad de Dios de forma espontanea y natural siempre, entonces el libre albedrío no existe




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